martes, 27 de abril de 2010

Un hallazgo sin precedentes en CRAM.

Cada vez que suena el teléfono de emergencias de la Fundación CRAM, nuestro equipo de veterinarios responde alerta ante cualquier llamada que nos avise del varamiento o avistamiento de alguna especie marina. Pero la llamada que recibimos el domingo nos alertaba de la presencia de una especie poco frecuente en las actuaciones que solemos realizar: un calamar.


Se trata de un calamar volador (Todarodes sagittatus) de cuerpo alargado, con esqueleto interno o pluma y una bolsa de tinta de color oscuro. Su coloración es clara, salpicada con pequeñas manchas de color violeta que se oscurece cuando se saca al animal fuera del agua. Y si algunos os preguntáis por qué nos trasladamos hasta las costas de Cunit para recoger a un calamar que aparecía muerto a la orilla de la playa, la repuesta es sencilla. Este calamar volador medía, ni más ni menos, que 140 cm.

En general, los ejemplares de esta especie que viven en el Mediterráneo suelen medir entre 20 y 25 cm de largo. Sólo los que viven en el atlántico pueden llegar a medir 75 cm. Además esta especie es meso-pelágica, lo que significa que no suelen encontrarse por encima de los 100 metros de profundidad. La mayoría de estos animales nadan entre los 400 y 800 metros de profundidad. Incluso se ha observado que el tamaño medio del manto aumenta según la profundidad indicando una posible migración ontogénica, o lo que es lo mismo, una migración que depende de la edad del animal, cuanto mayores se hacen habitan por espacios más profundos. Así que este espécimen ha sido un hallazgo de lo más curioso para nosotros.


A pesar de su tamaño, no constituye ningún tipo de peligro ni amenaza para los bañistas y la aparición de este animal ha sido un hecho puntual y fortuito. Eso sí, es una especie de interés pesquero muy apreciada gastronómicamente.

viernes, 16 de abril de 2010

Para los aventureros.


“Para lo más aventureros” era la frase que acompañaba la oferta de sushi de ballena y de caballo que se ofrecía en la carta de un restaurante de Los Ángeles. Desde luego la aventura fue descubrir que la ballena que se ofrecía está sujeta a la prohibición de comercio internacional según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES) y que el caballo en realidad era vaca.

Comer sushi de carne de ballena protegida es posible gracias al comercio clandestino realizado por Japón. Al menos, eso es lo que demuestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de Oregón al realizar pruebas de ADN a diversos trozos de pescado que se servían en dos restaurantes de Los Ángeles y Seúl. Tras comparar las muestras con otras extraídas de filetes de ballenas adquiridas entre 2007 y 2008 en Japón, se comprobó que las secuencias de ADN mitocondrial analizadas coincidían completamente.

Desde 1986 está prohibido el comercio transfronterizo de carne de ballena, según una moratoria de la Comisión Ballenera Internacional. Sin embargo, Japón consigue esquivar esta realidad pescando ballenas como parte de un programa científico. Ahora se ha demostrado que estas capturas tienen como fin saciar el apetito de los comensales más aventureros de restaurantes de EEUU y Corea del Sur.

Los resultados de este estudio aparecen publicados en la versión digital de la revista Biology Letters y está firmado por diversos investigadores y ecologistas, entre ellos el director del documental The Cove ganador de un Oscar, Louie Psihoyos. Con esta publicación han solicitado al gobierno de Japón poder acceder a los registros de ADN. De esta manera podrán comprobar si existen más coincidencias de este tipo para proceder a una investigación.

jueves, 8 de abril de 2010

El camino más corto no siempre lleva a buen puerto.

Imaginemos la siguiente situación. Un avión cargado con 6.000 barriles de petróleo y 60.000 toneladas de carbón sobrevuela, sin permiso, la Gran Muralla China para llegar antes a su destino. En medio de esta maniobra ilegal el avión sufre un percance y se abre una grieta en el fuselaje. Como consecuencia, la carga que transporta empieza a caer sobre parte del tan preciado monumento, destruyendo en segundos lo que tardó siglos en construirse. Acaso ¿no montarían en cólera los habitantes de este país, e incluso del mundo, al ser testigos de la destrucción de una de las maravillas del mundo? Pues algo similar es lo que puede suceder en Australia, sin embargo lo que está en peligro no son piedras inertes que tarde o temprano acabarán limpiándose sino una de las zonas de mayor diversidad marina de todo el planeta: la Barrera de Coral Australiana localizada en un Parque Marino cuya extensión supera con creces la Gran Muralla China.

La noche del pasado sábado el buque chino Shen Neng I, con la misma carga que el hipotético avión mencionado anteriormente, chocó contra la Gran Barrera de Coral cuando navegaba a su máxima velocidad y quedó varado en un banco de arena a 70 kilómetros de la costa turística de la isla de Great Kepel (Australia). El barco, que navegaba desde el puerto australiano de Gladstone hasta China, decidió atajar su camino desviándose 15 km de la ruta de navegación y pasar por una zona protegida que está considerada patrimonio de la humanidad desde 1981. La grieta que se formó en el casco y el movimiento en el oleaje pueden provocar que el carguero se parta vertiéndose así todo su contenido sobre uno de los iconos naturales más valiosos del planeta.

Los esfuerzos se centran ahora en vaciar la carga de combustible del buque después de que las autoridades detectaran una fina capa de petróleo formando una mancha de 600 metros de largo por 300 de ancho cercana al barco y rociaran la zona con un compuesto químico para dispersarla. Dos remolcadores se han trasladado hasta el lugar para intentar estabilizar el buque y hoy se ha empezado a bombear las 946 toneladas del carburante a otro carguero. De momento no hay evidencia de que el depósito donde se encuentra el carbón haya sido dañado así que según el equipo de rescate se espera trasladar el barco fuera del área de coral con el cargamento intacto.

Australia cuenta con un sistema de control de barcos que cubre el Estrecho de Torres, al norte de donde se encuentra la Gran Barrera de Coral, pero no en la zona donde encalló el Shen Neng I. El incidente ha servido para conocer que grandes cargueros toman a menudo atajos a través de estas aguas que forman parte del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral Australiana.

La Gran Barrera de Coral, considerada como el único ser vivo visible desde el espacio, está situada en el trópico de Capricornio a lo largo de la costa oriental australiana. Sus 3.000 km de extensión dan cobijo a la mayor colección de corales del mundo con 1.900 especies de peces y más de 200 tipos de pájaros y reptiles. Todo este conjunto forma un ecosistema de increíble diversidad y belleza convirtiéndolo en una zona de máxima sensibilidad ambiental que requiere que se extremen las medidas para mejorar la seguridad marítima.

El gobierno australiano, consciente también de que esta maravilla de la naturaleza atrae cada año millones de turistas y científicos, están dispuestos a abrir una investigación sobre el tema, así como a endurecer las medidas hasta ahora adoptadas para navegar sobre estas aguas. Medidas que consideramos imprescindibles si tenemos en cuenta que en el 2000 un contenedor malayo embarrancó sobre Sudbury Reef, a 22 millas náuticas al sureste de Cairns, destruyendo 2.000m2 de coral. En 2002, otro carguero griego encalló en Piper Reef dañando gravemente 3.500 m2 de coral. Y hace sólo un año la costa oriental se manchó con 250 toneladas de aceite que se escaparon de un barco contenedor, el Pacific Adventurer. En CRAM trabajamos por y para el mar, por eso acontecimientos como éste no hacen más que reforzar nuestra labor y nos anima a seguir luchando para conseguir que el respeto por el mar y su diversidad sea una realidad.