Normalmente el tiburón era el malo de la película, pero en este nuevo guión, que se escribe día a día en los mares de medio mundo, es la gran víctima de las costumbres humanas. El crecimiento imparable de la clase media asiática está disparando hasta límites insospechados la captura y exportación de este animal en todo el mundo. ¿Cuál es la relación? Los vips orientales se vuelven locos por la sopa de aleta de tiburón –sobre todo la de los ejemplares martillo–, que allí cocinan los restaurantes más exclusivos, que a su vez pagan a precio de oro el preciado producto. Por eso, algunos países preparan medidas restrictivas a la hora de faenar que eviten la desaparición de algunas especies a medio y largo plazo.
España, y,en particular Galicia, están al frente de este suculento negocio de exportación a nivel europeo. Según datos facilitados por la ONG Oceana, el 95% de las exportaciones en Europa se realizan desde el Estado español, y de esa cifra, entre el 85 y el 90% están centralizadas en la comunidad gallega. En concreto, el puerto de Vigo, el más importante en desembarco de tiburón de la Unión Europea, contabilizó en 2007 casi tres millones de ejemplares de la familia de los galeiformes, a la que pertenecen el escualo, el marrajo y el pez martillo, entre otros. En 2008, el volumen de negocio aumentó en 600.000 euros al pescarse 400 kilos más.
La flota de palangreros, cuyo objetivo real es la captura de pez espada y atún, es la principal amenaza del tiburón, del cual un tercio de las 1.000 especies registradas (contando también la raya, que es un pariente lejano) tienen su supervivencia seriamente amenazada. De hecho, en muchas ocasiones estos buques han descargado mayores cantidades de marrajo o pez martillo que de los peces que realmente deberían ser su objetivo.
Así, por ejemplo, según el informe Alerta sobre tiburones. El impacto de Europa en las poblaciones de tiburones de la organización Shark Alliance, que busca la protección de esta familia, la mielga se encuentra en peligro crítico en el Atlántico Nordeste y el mar Mediterráneo y el marrajo –que destaca por ser el tiburón más rápido del mundo– también sufre una gran amenaza en el Mediterráneo, y en el Atlántico Nordeste su situación es vulnerable. Son muchos otros los especímenes en seria lucha por sobrevivir al hombre y es que, según el mismo estudio, de este animal se utiliza la carne, el aceite de hígado, la piel, los dientes y los esqueletos cartilaginosos, pero sin duda lo más preciado son sus aletas.
Precisamente este interés por las aletas, generado en gran parte por la demanda que llega desde numerosos países asiáticos, impulsa a aprovechar el momento para ganar dinero a base de cercenar esta parte del cuerpo. Pese a que la pesca de escualos está permitida en España, en algunas ocasiones se realiza una práctica ilegal desde 2003, el finning o aleteo –un ejercicio por el cual los buques, para no cubrir demasiado rápido sus cuotas de pesca, suben los tiburones a bordo, les cortan las aletas y los devuelven al mar dejándolos morir desangrados–, que es muy difícil de detectar.
Se estima que este comercio crece al ritmo de un 5% anual y la normativa española lo pone fácil para que se produzca este incremento. Algunos expertos calculan que si bien la carne de estos animales podría alcanzar el valor de 4 euros el kilo, el de aleta oscila entre los 134 y los 336 euros en China.
Muchos todavía se pueden aprovechar del gran negocio que supone, porque actualmente las leyes estatales dejan vacíos legales por los que se puede descargar el cuerpo en un puerto y la aleta en otro sin que se lleve ningún control riguroso. Por ello, entidades ecologistas de medio mundo sospechan que en ocasiones podría jugarse con ese resquicio para llevar a cabo campañas de pesca ilegal en las que los escualos se han arrojado al mar tras amputarles las aletas.
“Es muy difícil comprobar si se realiza o no porque dos tercios de la flota española tienen permisos especiales por los que pueden cortar las aletas en el mar”, puntualiza la responsable del área de Conservación de la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (Cram), Julia Santana. Como admite esta experta, nunca se ha probado nada. No obstante, hace unos meses se incautaron en Huelva 11.400 kilos de aletas procedentes del puerto lucense de Celeiro, que tenían como destino las mejores mesas de Hong Kong. Por ello, reclaman que las descargas de escualos tengan que realizarse con las aletas “adheridas al cuerpo de manera natural”.
Aunque de momento no parece que esta práctica pueda ser atajada fácilmente, las distintas administraciones implicadas en el control de la pesca están comenzando a poner de su parte para evitar que dentro de unos años varias especies de la familia de los escualos desaparezcan de los océanos.
Por el momento, según la Shark Alliance, solo existían restricciones sobre el peregrino, el ballena y el tiburón blanco. No obstante, a partir del 1 de enero de 2010 España prohibirá a toda la flota nacional, independientemente de la zona en la que faene y del arte que se emplee, la pesca de tiburones zorro y martillo.
La normativa impedirá, de este modo, transportar, desembarcar y comercializar estas variedades. “La protección de estas especies es un paso muy positivo pero no son las que se pescan más frecuentemente y, por tanto, no va a incidir en que dejemos de ser líderes de capturas; queda mucho camino por recorrer” explica Julia Santana. Según esta experta, la tintorera, seguida del marrajo dientuso, es la más perseguida por los pescadores. Por su parte, Rebeca Greenberg, de la organización Oceana, asegura que con esta orden ministerial se salvará “la vida de los cerca de 15.000 ejemplares que captura este país al año”.
Para la Fundación Cram es preciso que las administraciones creen leyes que protejan a estas especies marinas. “En abril de 2009 se creó un plan de acción a nivel europeo en el que se recogen una serie de propuestas”, reccuerda Santana. Sin embargo, todavía no existe un verdadero control sobre las cuotas de pesca, las tallas mínimas o la protección de las especies más vulnerables y mientras todo siga así, los tiburones pueden llegar “a perder su papel ecológico o extinguirse a nivel comercial”. Si no se pone freno a la sobrepesca, Galicia habrá ganado la lucha contra el gran depredador al provocar su “extinción local”, advierte Santana.
Fuente El Xornal de Galicia
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