martes, 4 de agosto de 2009

Reducir las capturas de pescado da resultado ecológico y económico

Alaska y Nueva Zelanda recogen los frutos de un mar más rico tras años de protección | En el mar del Norte, el Báltico y el golfo de Tailandia se pesca a un ritmo insostenible | Su precario equilibrio ecológico amenaza el futuro de los sectores que viven del mar.

La protección de caladeros ha beneficiado a los pescadores en Kenia / Foto: John Cinner

Reducir las capturas de pescado no sólo permite restaurar los ecosistemas marinos y garantizar que las generaciones futuras puedan seguir comiendo atún y bacalao, sino que resulta económicamente rentable para el sector pesquero, según la más amplia investigación jamás realizada sobre la explotación de los mares.

La investigación, que se presenta hoy en la revista Science, constata que la explotación pesquera se ha reducido en los últimos años en la mitad de los ecosistemas analizados. El resultado más importante del estudio es que esta menor explotación no ha perjudicado al sector pesquero sino que, paradójicamente, le ha beneficiado.

La paradoja se explica porque, con una pesca menos intensiva, las poblaciones de numerosas especies de peces se han regenerado. Y, al haber más pescado en el mar, la pesca ha resultado más abundante y menos costosa que cuando quedaba poco, de modo que los márgenes de beneficio se han incrementado.

"Nuestros océanos no son una causa perdida", declara Boris Worm, biólogo de la Universidad Dalhousie de Halifax (Canadá) y primer autor del estudio, en un comunicado. Los resultados del estudio muestran que "la gestión de los ecosistemas marinos sienta las bases para la recuperación ecológica y económica".

Pero Worm advierte que "sólo es un principio". En el conjunto del mundo, señalan los investigadores, la sobrepesca sigue siendo la norma y la conservación de los ecosistemas, la excepción. Y aunque proteger los caladeros es rentable a medio y largo plazo, es perjudicial a corto plazo para quienes viven de la sobrepesca. Tras analizar diez ecosistemas explotados por la pesca de distintos océanos, los investigadores han comprobado que el número de capturas se ha moderado en cinco de ellos y se ha situado en niveles de capturas sostenibles.

Los ejemplos a seguir, señalan, son los de Alaska y Nueva Zelanda, que instauraron medidas de conservación antes de encontrarse en una situación crítica y hoy día gozan de unas aguas ecológicamente ricas y de un sector pesquero próspero. Estos dos ejemplos muestran, según los investigadores, que los biólogos preocupados por la conservación de los ecosistemas y las industrias interesadas en el futuro de la pesca comparten un mismo objetivo.

En el otro extremo, el mar del Norte, el Báltico y el golfo de Tailandia son ejemplos a no seguir. Allí no solo se han colapsado las poblaciones de distintas especies sino que se sigue pescando a un ritmo insostenible. Los investigadores no han profundizado en datos del Mediterráneo, pero estudios anteriores han detectado que se encuentra en un equilibrio ecológico precario y que gran parte de los sectores económicos que dependen del mar se encuentran amenazados a medio plazo.

Los diez ecosistemas estudiados de manera exhaustiva corresponden a países desarrollados y sus resultados no se pueden extrapolar a todo el mundo, advierten los investigadores. La situación global es menos halagüeña debido a que una parte sustancial de las flotas de los países desarrollados se han desplazado a otras latitudos –especialmente a las costas de África– donde no hay registros fiables sobre el volumen de capturas ni el deterioro de los ecosistemas.

Las medidas adecuadas para regenerar zonas pesqueras que fueron ricas en el pasado y que se han degradado pueden ser distintas de unos ecosistemas a otros, destacan los investigadores. La única medida universal, aconsejable para los diez ecosistemas estudiados, es restringir algunas formas de pesca para capturar únicamente las especies deseadas y de la edad apropiada, y evitar la muerte gratuita de otros animales.

Ocho de los diez ecosistemas estudiados se beneficiarían también de establecer zonas protegidas en las que se prohibiera todo tipo de pesca, o la pesca de algunas especies concretas. En la mayoría de los ecosistemas sería aconsejable también reducir los volúmenes de capturas autorizados.

Hasta ahora se intenta pescar al nivel de máximo rendimiento sostenible (es decir, el nivel teórico que permite capturar la máxima cantidad de pescado posible). Pero los investigadores muestran que incluso este nivel es excesivo, ya que algunas especies económicamente rentables entran en declive. Otras medidas propuestas incluyen cuotas de capturas para pescadores locales; certificados que acrediten a las empresas que practican pesca sostenible; o una legislación que sancione la sobrepesca y establezca objetivos claros para regenerar ecosistemas, como en Estados Unidos.

La investigación es fruto de dos años de trabajo de algunos de los máximos expertos mundiales en gestión de ecosistemas marinos liderados por Boris Worm y su colega Ray Hilborn, de la Universidad de Washington (EE.UU.). Los científicos, de quince instituciones de siete países, se han organizado en grupos de trabajo para evaluar la magnitud de un problema que es tan vasto como el propio océano.

"Antes de esta investigación, la evaluación de la situación de los caladeros se basaba en registros de capturas, que eran cuestionados", ha declarado Ana Parma, coautora de la investigación del Centro Nacional Patagónico (Argentina). "Este es el primer intento exhaustivo de reunir los mejores datos disponibles sobre la situación de los recursos marinos y las tendencias en las tasas de explotación".

Fuente: lavanguardia.es

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